LA CANNABIS es la "droga" ilegal de uso más frecuente en nuestro medio, que abarca todos los estratos sociales. Su consumo ha despertado todo tipo de polémicas, desde políticas hasta filosóficas, pasando por la moral y la religión. La “hierba” se ha estigmatizado o divinizado, de acuerdo con la época y las circunstancias, y sigue despertando ardientes discusiones.
Independientemente de estos hechos, el hallazgo reciente de un receptor cerebral que se combina en forma específica con uno de los principios activos de la mariguana, así como el aislamiento e identificación de una molécula endógena que interactúa con este receptor, harán que nuestra concepción sobre el funcionamiento cerebral se enriquezca considerablemente.
El botánico sueco Linneo (Carolus Linnaeus) clasificó la marihuana como Cannabis sativa, en 1753, y más recientemente, el etnobotánico R. Schultes distinguió tres especies: C. sativa, C. indica y C. ruderalis. C. sativa proviene del Oriente, pero su cultivo se practica en todo el mundo, particularmente como fuente de fibras para fabricar cuerda: el cáñamo.
A partir de la introducción del plástico para fabricar cuerda, el cultivo del cáñamo —así como el del henequén yucateco—ha disminuido y actualmente su producción se centra más en el uso recreativo que industrial. Por otra parte, la prohibición de su cultivo ha hecho que aparezcan plantíos clandestinos donde se han fabricado variedades de Cannabis seleccionadas por producir mayor cantidad de principios psicoactivos.
La historia de la Cannabis es interesante. La primera descripción que encontramos de la planta data del 2737 a. C., por el emperador chino (o alguien de su “equipo”) Shen Nung, quien prescribía la mariguana para el tratamiento de la gota, la malaria, algunos dolores, y la falta de concentración. La veneración que la planta despertaba entre los chinos se podía encontrar aun hasta nuestro siglo. En otra obra china de alrededor de 500 años a. C. se hablaba de la Cannabis como “liberadora del pecado”.
En la India la Cannabis tiene también una larga tradición, tanto religiosa como médica. Escritos antiguos describen la ceremonia de la recolección de la resina de las flores (la cual, en forma de pasta, se le conoce como hachís), donde individuos designados se preparaban a través del ayuno y la abstinencia para esa ceremonia en la que un hombre corría desnudo a través de un campo sembrado de Cannabis. La resima que a su paso recogía se colectaba después, cuidadosamente, de todo su cuerpo. Con ella se hacían pasteles destinados a los festejos.
Se han encontrado registros asirios de los años 650 a. C. que describen una droga llamada azulla que se utilizaba para fabricar cuerda, ropa y también como euforizante. Galeno también menciona el uso del cáñamo en pasteles, y los efectos narcóticos en elevadas cantidades.
El origen del nombre hashish ha despertado controversia. Se cuenta que fue Marco Polo, el célebre explorador y comerciante italiano del siglo XII, quien inició la historia. El marino contaba la suerte del legendario Hasan Ibn Sabbah, que aterrorizaba una parte de Arabia con su banda de criminales, realizando robos y asesinatos, la mayoría de ellos políticos. Se decía que estos hombres trabajaban bajo la influencia de una droga que los hacía más fuertes y valientes, como parte de un culto llamado hashishiyya, de donde provendría la palabra hashish o hachís. La palabra asesino también tendría este origen.
Otros dicen que el término hachís se deriva del nombre de un noble árabe, Sheik Hasan, y de sus hombres también célebres por su violencia.
De cualquier manera, no existen pruebas reales de que esto haya sucedido, y se maneja más la hipótesis de que estos hombres consumían hachís después de sus actos, como parte de la celebración.
Las tropas de Napoleón I lo trajeron a Europa después de la campaña de Egipto, y para los años 1840, en Francia e Inglaterra la intelectualidad ya fumaba opio o hachís. En 1844, Alejandro Dumas mencionaba el hachís en su obra El conde de Montecristo, al tiempo que participaba en las reuniones del Club des Hachichins, junto con Charles Baudelaire, Téophile Gautier y otros famosos intelectuales de la época. En los años 1850, psiquiatras franceses recomendaban a sus estudiantes el uso del hachís como modelo de alteraciones mentales, y a finales del mismo siglo, los psicólogos hablaban del hachís como una herramienta para amplificar los estados psíquicos y así poder estudiarlos más ampliamente.
Del país que actualmente se considera como el principal consumidor mundial de Cannabis para fines recreativos, se sabe que, hacia 1770, George Washington cultivaba el cáñamo y en algunos estados de la unión americana este cultivo era incluso obligatorio, para proveerse de material para las redes de pesca. En 1857, FH. Ludlow publica el primer tratado estadunidense sobre el uso de la Cannabis, y Walter Benjamin narra sus experiencias con el hachís entre 1827 y 1834.
En México, la marihuana se volvió más conocida a partir del corrido La cucaracha, que data de la Revolución Mexicana:
La cucaracha, la cucaracha,
ya no puede caminar,
porque le falta, porque no tiene,
mariguana que fumar.
FIGURA XXV.I. La Cannabis.
Hasta 1937, año en que oficialmente se prohibió la mariguana en los Estados Unidos, los médicos todavía recetaban Cannabis como tónico y estimulante del estado de ánimo. En ese año se publicó el “Acta de gravación a la mariguana”, ley que hacía prohibitiva su producción por el impuesto que debía pagarse, y poco tiempo después se le clasificaba como narcótico, con las consecuencias legales que ello implicaba. Esta clasificación persistió hasta 1971.
En lo relativo a la química de la Cannabis, se han identificado más de 400 sustancias sintetizadas por la planta, de las cuales más de 60 son canabinoides. Los tres más abundantes son el canabinol, el canabidiol y varios derivados del tetrahidrocanabinol (THC), que representa el compuesto más activo desde el punto de vista psíquico. La combustión de la Cannabis produce varios cientos de compuestos adicionales, algunos de ellos iguales a los producidos por la combustión del tabaco.
Fumado, el THC se absorbe rápidamente hacia la sangre, desde donde llega al cerebro y de allí al resto del organismo. Las concentraciones plasmáticas máximas se alcanzan entre siete y 10 minutos, tiempo en el que los efectos cardiovasculares y psíquicos también aparecen. Los efectos subjetivos rara vez duran más de dos a tres horas.
La vida media del THC es de aproximadamente 19 horas, pero varios de sus metabolitos son detectables durante días a semanas después de la última administración. Esta elevada persistencia del THC y sus metabolitos se debe a su gran solubilidad en las grasas, con la consecuente tendencia a acumularse en el tejido adiposo del cuerpo, para después liberarse lentamente. Esto hace difícil relacionar las alteraciones psíquicas causadas por Cannabis, con su presencia en los tejidos corporales, como en el caso del alcohol. Por ello, no se cuenta todavía con un método confiable para determinar fácilmente un estado de intoxicación, a menos que se cuantifiquen los niveles de THC y éstos se muestren elevados.
Utilizando experimentalmente THC puro se ha podido establecer una relación dosis-efecto en sujetos no habituados: la dosis umbral para inducir euforia discreta es de 2 mg cuando se fuma, y 5 mg cuando se ingiere; 7 mg fumados y 17 tomados producen cambios en la percepción y en el sentido del tiempo, y una dosis de 15 mg fumados o 25 mg ingeridos, produce cambios marcados en la imagen corporal, distorsiones perceptuales, incoordinación muscular, ilusiones y hasta alucinaciones. La memoria a corto plazo se halla alterada y la capacidad para realizar tareas que requieren estados mentales múltiples o secuencias precisas de movimientos se deteriora.
El balance y el equilibrio también se alteran, particularmente con los ojos cerrados, y estos efectos de incoordinación entre procesos de percepción, atención y procesamiento de la información pueden ser potencialmente peligrosos en conductores o pilotos. Estos efectos de deterioro en sujetos que manejan automotores o máquinas han sido confirmados: a un grupo de 59 sujetos a los que se les permitió fumar mariguana hasta “ponerse como querían”, se les practicaron pruebas de sobriedad en carreteras a cargo de oficiales de la patrulla de caminos. El 94% de los sujetos no pasaron estas pruebas practicadas 90 minutos después de la intoxicación, y el 60% las reprobó a los 150 minutos de la administración. Estos resultados deletéreos son mucho más importantes cuando se combinan con alcohol.
Los fumadores de mariguana reportan frecuentemente más apetito, sequedad de la boca y garganta, aumento de la frecuencia cardiaca, enrojecimiento de los ojos y mayor agudeza sensorial (”todo se siente más fuerte, más intenso’”).
Los efectos subjetivos de la Cannabis son diferentes según se trate de un sujeto experimentado o de uno que no la ha probado. Se han hecho experimentos interesantes comparando ambos tipos de poblaciones, utilizando cigarros de mariguana conteniendo o no THC y otros canabinoles. La combustión de ambos tipos de cigarros producía el mismo olor y sabor.
Los sujetos experimentados reportaban efectos subjetivos con el placebo mucho más frecuentemente que los sujetos no experimentados, al tiempo que referían menor intensidad de los efectos que los otros. Esto quiere decir, por una parte, que existe un aprendizaje de los efectos de la Cannabis y que éste puede conducir a la evocación del estado producido por la planta aun en ausencia de ella; paradójicamente, también significa que los sujetos habituados muestran cierta tolerancia a los efectos de la Cannabis.
Es una observación frecuente la ausencia de efectos agradables en las personas que consumen Cannabis por primera vez, aun en el caso de fumadores de tabaco: el sujeto tiene que aprender a retener el humo, a identificar los efectos y a controlarlos y, finalmente, a interpretarlos como placenteros. En el sujeto experimentado los efectos son bastante estereotipados y pueden distinguirse varias fases. Las formas de describirlas pueden variar significativamente, pues son estados subjetivos, a los que sólo tenemos acceso por medio del lenguaje. Veamos dos versiones de ellos:
Un “pasón” (high) de Cannabis implica usualmente varias fases. Los efectos iniciales pueden ser considerados como estimulantes y en algunos individuos puede provocar una leve tensión o angustia que es reemplazada usualmente por una agradable sensación de bienestar. Esta última tiende a volver al sujeto introspectivo y apacible. Pueden ocurrir cambios rápidos del estado de ánimo, y a un periodo de enorme hilaridad puede seguir un silencio contemplativo.
O este otro, de Charles Beaudelaire:
Al inicio, te sobrelleva una cierra hilaridad, absurda e irresistible. Las palabras más ordinarias, las ideas más simples asumen un aspecto nuevo y bizarro. Esta frivolidad se vuelve intolerable, pero es inútil resistirse. El demonio te ha invadido…
A veces sucede que gente completamente incapaz de jugar con las palabras improvise una cadena interminable de albures y de asociaciones de ideas totalmente improbables, capaces de sobrepasar a los más hábiles maestros de este oficio fársico. Pero después de algunos minutos, la relación entre las ideas se vuelve vaga, y el hilo que las une es tan tenue, que sólo tus allegados… pueden entenderlas.
Después, tus sentidos se vuelven extremadamente finos y agudos. Tu visión se vuelve infinita. Tus oídos pueden discernir el sonido apenas perceptible, incluso a través de los más estridentes ruidos.
Las ambigüedades más extrañas, las transposiciones de ideas más inexplicables, aparecen. En los sonidos hay color, en los colores música… Estás sentado y fumando; crees que te encuentras sentado en tu pipa y que tu pipa te está fumando: te exhalas a ti mismo en vapores azulosos.
La fantasía se continúa por una eternidad. Un intervalo lúcido, y un gran esfuerzo, te permiten mirar el reloj. Resulta que la eternidad sólo había durado un minuto.
La tercera fase… está más allá de la descripción. Es lo que los orientales llamaban kef; es la felicidad completa. No existe nada revuelto o tumultuoso en ella. Es una beatitud plácida y tranquila. Todo problema filosófico se halla resuelto. Toda pregunta difícil que presenta un punto de contensión para teólogos y que desespera a los más sabios, se vuelve clara y transparente. Toda contradicción se reconcilia. El Hombre ha trascendido a los dioses.
Las dosis elevadas de THC pueden producir estados tóxicos severos, con sentimientos de pánico y paranoia, de despersonalización y angustia extrema, tanto en sujetos experimentados como en los no habituados. Estos estados de psicosis tóxica pueden ser más frecuentes en enfermos psiquiátricos, particularmente en esquizofrénicos, aunque se encuentren en fase estable.
Los estudios toxicológicos realizados hasta la fecha han confirmado las conclusiones de un reporte que data de 1944, preparado por la Academia de Ciencias de Nueva York, a solicitud del alcalde Vincent LaGuardia y basado en estudios de la Armada estadunidense después de análisis realizados entre sus soldados estacionados en Panamá, en 1930: Se encontró que la mariguana, a dosis efectivas, interfiere con el funcionamiento intelectual en general… La marihuana no cambia la estructura básica de la personalidad del individuo. Produce una sensación de autoconfianza, pero expresada más en el pensamiento que en la acción. De hecho, existen pruebas de la disminución de la actividad física… Aquellos que han fumado marihuana durante años no muestran deterioro físico o mental que pueda ser atribuido a la droga.
También se ha mencionado un efecto negativo sobre el aparato inmunológico (disminución de la respuesta inmune) y sobre el sistema endocrino, y en madres que fumaron Cannabis durante el embarazo. Todos ellos deben confirmarse con estudios comparativos de poblaciones, integradas por sujetos comparables.
Se ha hablado también de daño cerebral y de locura producidos por la Cannabis. A pesar de que se han encontrado pruebas del primero en animales (daño celular del hipocampo), éste no se ha confirmado en seres humanos. La insanidad adjudicada al uso de la marihuana ha sido injustificada. Es preciso mencionar que en las condiciones habituales en las que se estudia a estos sujetos, se vuelve muy difícil distinguir los efectos de la mariguana de los del alcohol, los tranquilizantes, los solventes orgánicos y de otras drogas consumidas en forma crónica, aunadas además a condiciones de desnutrición y enfermedad, las cuales coexisten en la población vulnerable.
Otro problema ligado al uso crónico de marihuana que ha recibido mejor confirmación es el llamado síndrome amotivacional. Éste se ha descrito como un cuadro de apatía, aburrimiento, alteraciones del juicio, la concentración y la memoria, pérdida del interés para relacionarse con otras personas o para lograr una superación personal. En este síndrome se ha incluido también el desgano en general y la falta de cuidado en la apariencia personal. Este síndrome se ha detectado en fumadores crónicos de altas dosis de mariguana y parece vinculado más a las concentraciones elevadas de THC en la sangre, las cuales persisten hasta varias semanas después de interrumpir la administración, que a la presencia de daño orgánico cerebral irreversible, pues los síntomas desaparecen eventualmente, después de un buen periodo de “lavado”.
Se han buscado huellas de este daño cerebral en monos sujetos a intoxicación crónica con humo de Cannabis (administrado a través de una máscara), y divididos en tres grupos: uno que recibía una dosis de un cigarrillo diario, otros que sólo recibían la droga durante los fines de semana y otros que recibían el humo diariamente pero de cigarrillos de los que se había extraído el THC. El estudio duró un año. A estos monos se les entrenó para oprimir un botón a cambio de recibir pastillas de comida con sabor a plátano. Se siguió un método, llamado de reforzamiento progresivo, en el que el animal empezaba oprimiendo el botón una vez para obtener una pastilla, después dos para obtener dos pastillas, después tres veces para obtener tres pastillas, y así sucesivamente. De esta manera era sencillo cuantificar qué tanto trabajaba el animal. Después de algunas semanas de intoxicación diaria, los monos empezaron a recibir menos pastillas de comida, efecto que persistió durante varios días después de haber suspendido la administración. El examen postmortem no reveló daños permanentes a nivel estructural o neuroquímico.
El reporte LaGuardia antes mencionado, a pesar de que hayan pasado 50 años, sigue provocando controversia, particularmente sobre si la mariguana conduce o no al abuso de otras drogas o si produce o no adicción. Tanto en animales como en seres humanos se ha visto la aparición de tolerancia (los efectos de la droga se vuelven menos intensos con la administración repetida), taquicardia, disminución de la temperatura corporal y de la presión intraocular, cambios electroencefalográficos, efectos sobre el estado de ánimo y alteraciones psicomotoras. También se ha observado síndrome de abstinencia en sujetos habituados a consumir dosis elevadas de THC durante largo tiempo. Éste consiste en irritabilidad, inquietud, nerviosismo, pérdida del apetito, pérdida de peso, insomnio, temblor y aumento de la temperatura corporal. En general, este síndrome es relativamente discreto. Comienza algunas horas después de haber suspendido la administración y dura de cuatro a cinco días.
No se ha aclarado la relación del síndrome con la conducta de búsqueda de la autoadministración de mariguana.
El mecanismo de acción del THC comienza a aclararse. Al igual que para los opioides (véase el capítulo X), se ha aislado un receptor endógeno para canabinoides. Experimentos recientes realizados en la Universidad Hebrea de Jerusalén, por Devane y Meschoulam, han mostrado la existencia de una sustancia que se encuentra normalmente en el cerebro y que se combina en forma específica con el receptor del THC. A este “ligando endógeno” se le denominó anandamida, palabra que proviene del sánscrito y que significa “bendición interior”.
¿Qué función puede tener este THC interior? ¿para qué nos puede servir una molécula tal? ¿existe alguna relación entre nuestras emociones o nuestra espiritualidad con esta sustancia? Estas preguntas se aplican también a los opioides endógenos, y son cuestiones que todavía aguardan respuesta.
Los usos terapéuticos de la mariguana, el THC, o drogas relacionadas, se encuentra actualmente en investigación. Una de las aplicaciones más prometedoras es para el control de la náusea y el vómito que acompañan frecuentemente la administración de drogas anticancerígenas. Además del efecto antiemético, la THC parece estimular el apetito, pues se ha observado aumento de peso en estos pacientes. También se ha ensayado la Cannabis en el tratamiento del glaucoma (aumento de la presión intraocular que puede provocar la destrucción del nervio óptico y ceguera), con resultados interesantes, particularmente cuando se le utiliza como suplemento de otros fármacos.
Otros usos médicos posibles de la marihuana incluyen la disminución de la espasticidad (aumento del tono muscular y de los reflejos osteotendinosos) en parapléjicos y pacientes con esclerosis múltiple, en el tratamiento de la depresión, del dolor, del alcoholismo y de la dependencia física. Tanto la Cannabis como un derivado sintético, el synhexyl, se han usado con cierto éxito en Inglaterra para el tratamiento de algunos tipos de depresión. En África del Sur, algunas mujeres fuman Cannabis para disminuir el dolor del parto. En el laboratorio, la Cannabis y algunos derivados han mostrado propiedades antiepilépticas, pero también —de acuerdo con el modelo experimental utilizado— convulsivas.
Es probable que se puedan encontrar derivados útiles del THC para diversos trastornos como los mencionados anteriormente. Un factor necesario a identificar es si éstos producirán o no la tolerancia que se observa con la Cannabis; hecho que podría limitar su uso en pacientes crónicos.
Fuente: http://omega.ilce.edu.mx:3000
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