Rayos de electrones
Cuando
fui al templo trataba de llevar una vida pacifica, y lo peor, lo intenté, hasta
donde se podía, en ese mundo de ratas y canallas donde el afán de ensayar la
pose ideal te permitía participar por un cupo en El Rebaño, y no era nada fácil, allá los ortodoxos de largas barbas
ofrecerían la bienaventuranza de cantar canticos devocionales por toda la
eternidad, y allá te seguían cobrando la
deuda que le habías robado a Dios. Lo único que importaba de aquel sermón
era lo del “dinero en mano”, respeto en el barrio. ¿Respeto? (esta bien) Como
ventilador noche y día… con los dientes amarillos de alquitrán encaletándose
una pelota de real entre las bolas, que ya no producen más semen de tanta
preocupación y maldecir, y de probar toda clase de Brandis promocionados en la
Bodega de Marlon, quien con trago en
mano y con unas cuantas tuercas sueltas del
embobinado que sujetaba sobre la barra me decía: A la salud, por que la vida es hoy, un solo por hoy, hágase un regalo y
cómpreme el otro. Ya no este pendiente de esos rayos que no existen ¡La gente
es ignorante!… viven solo del chisme, ¿Miras aquel barrigón?, piensa que llama
la atención lo suficiente como aquellas largas colas de alimentos… artistas que
se presentan y se van… los fans madrugan y regresan con las caras tostadas del
sol a sus casas por un buen vaso de agua helada…
¿Qué
no son de verdad? Cuando los rayos de electrones salían de sus ojos tenias que
hacerte a un lado, desintegraban toda materia, tantas chispas juntas parecían
fuegos artificiales, colores empezaban a
salir durante el nuevo berrinche, como también se lo dije al psicólogo, quien
enseguida me medicó pastillas para evitar que salga como loco a imaginar rayos
y lanzar más volantes. Mi problema con los rayos sucedió después que la
profetiza de los zapatos Paseo en una
noche de vigilia me dijo: Venga hermano, la noche es joven y la pista es grande. Baila, baila, eso es, muy bueno
hermano, usted si sabe agarrar el paso hermano. ¿Ahora que le pasa? No se ponga
tenso y ponga de nuevo las manos mas abajo, ahí y no mire a los lados que esta
en la casa de Dios… Y ella…. Allá… Lo veía todo… Lanzaba rayos de
electrones que atravesaron el techo de templo.
Pero
no fui tonto y salí a venderlo todo. Traía mi paquete de volantes full y supe narrar
cada palabra en su lugar. Para disimular durante el baile protesté enérgicamente
delante de todos sobre La Conjura de los
Blasfemos, juré llevarlos a instancias internacionales y organicé mis
folios en perfecta gramática castellana, enviaría cartas a la O.N.U, mostrando
pruebas irrefutables en la carpeta con la fotografía de una orquídea pegada en
los soportes (para también darle conciencia ambiental a mi propuesta) con
destino a la Embajada de Chile. Cuestionaba
temas como La insolente Hipocresía
de la Iglesia… ja, sobre eso de “arrepentirme de fumar monte”, y que es malo, y que es pecado, y que es ilegal…
(Y pensar que uno podría pagar un mes encanado y rallado en la plana de sucesos
de La Región por un porro, es una
pena) Todos dejaron de reírse en broma y empezaban hacerlo en serio cuando
sucedió algo muy extraño: los que estaban de rodillas durante horas por fin se
movieron, juntaron leños y quemaron una hoguera. El templo se llenaba de humo y
entre las viejas hediondas a violín salió un fanático con antorcha en mano gritando: ¡Herejía!
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